Viernes de Desayuno: «Maíz y papa, desayuno en la parte baja de la cordillera: los Andes Tachirenses»
El solsticio de verano se acerca, y con él, nuestro esperado Viernes de Desayuno. Para esta edición, nos honra la presencia de Conuco.
Las comidas cotidianas están cargadas de olvido y la invitación al Viernes de Desayuno es la de sentarnos en una mesa contra el olvido. Una mesa para generar archivo de esos cientos y cientos de “un desayuno más”.
En la temporada Viernes de Desayuno VERANO 2025 —una estación inexistente en el lugar donde se origina lo que comeremos— hemos tocado, visto y saboreado el olvido. Con su impulso, en colectivo, hemos recopilado y experimentado con diversas piezas, a través de nuevos espacios y actores, ya no para reconstruir un recuerdo, sino para construir un momento, un nuevo desayuno. Porque el no-olvido también es transformación, cambios. Este es un desayuno que reflexiona sobre esa cocina tachirense atravesada por la migración, el tiempo, la infinita frontera entre Colombia, Venezuela y su región andina vecina, los Andes Trujillanos.
En la mesa del no-olvido donde nos reunimos, hemos puesto cinco elementos que configuran la historia individual y compartida, que no es más que el menú de lo que comeremos:
1) la cocina con fuego vivo,
2) la pisca andina tachirense,
3) las arepas de maíz pelado,
4) el picante trujillano y
5) el aguamiel.
La dificultad de contar cómo llegamos a poner todo esto sobre la mesa la hemos resuelto —para bien o para mal— a través de una narración: la sensación de viaje por carretera curva, muy muy curva, desde la ciudad hacia las montañas y el recorrido entre páramos —el ecosistema que compone los Andes, montañas y biodiversidad muy características—.
Salgo de la ciudad cuando se empiezan a ver desde el marco de las ventanas del coche las casas a las orillas de la carretera, delimitadas con rejas de alambre que seccionan nuestra visión en rombos; en su patio frontal de piso de cemento rústico, torres de leña o pequeñas construcciones de cocinas para carbón hechas de ladrillos. Entro en los recuerdos de Laura con 10 años y la fascinación que le daba saber que las cocinas, tal como las conoció en algún momento de la historia, no existieron y que no había más que fuego natural y humo para cocinar.
Aún no puedo recordar hacia dónde vamos —quizá a un viaje, quizá a casa de unos amigos de mi papá, quizá a Sabana Grande, el pueblo de mi abuela materna—, pero estoy segura de que este es el camino; lo he recorrido muchas veces para sentarme a la mesa y comer la comida familiar. Es el camino hacia una mesa contra el olvido.
Esta vez, en este viaje, ya con la certeza de que encontraría una cocina de fuego vivo, seguimos el recorrido en busca de narraciones de la pisca, con el recuerdo de aquella de la nona, siguiendo el olor, que llegaba hasta mi cuarto, del cilantro y la cebolla junca infusionado en agua. Los pasos de la receta se conservan, uno a uno, pasos que mi mamá pudo registrar antes de que muriera mi nona. La cátedra de cocina tachirense, y las investigaciones de Leonor Peña me hicieron consciente de la complejidad y variedad de ese platillo. Pude reconocer a partir de sus narraciones el origen de mi indescriptible y esencial amor por las sopas. Crecí en un lugar donde comemos sopas de desayuno y que, a pesar de verlo con total normalidad, como si se tratara del desayuno obvio, hoy es recibido con sorpresa, una sorpresa que había encontrado otra vez un lugar para ser registrada, no-olvidada.
Ser migrante es así: es no sólo asumir el factor sorpresa del otro y la distancia espacial, sino la distancia de identidad en el lugar de llegada, por lo que es probable que siempre, para acercarnos, busquemos poner en nuestra mesa una arepa. Lo que pasa es que pondremos en la mesa la arepa, pero con pisca. ¿Qué arepa? La arepa de harina industrializada que se come y se cocinó en mi casa por mis 18 años de vida allí; sí. Y también la arepa que comieron mis abuelas, abuelos, mamá, papá, tías… que, por suerte, aún encontrábamos en la posada del pueblo de mi abuela: la arepa de maíz pelado, la arepa no olvidada en mi nostalgia, pero sí en mi cocina.
A esta arepa le agradezco haber aparecido en este viaje para retransitar parte de mi historia familiar y que, en la vida migratoria, me haya llevado hasta la cocina de Maye, la única cocina en la que encontramos habitando a esa arepa en estas latitudes. Maye es colombiana, el abuelo de mi mamá lo es. La gente de Sabana Grande lo es. La familia de Maye del Norte de Santander, frontera con Táchira, lo es. La migración es circular —no sé—; la migración se encuentra en la mesa.
Sentir que ya habíamos llegado al lugar; la pisca y arepas sobre la mesa, construir el playlist de las canciones de mi padre, de las canciones que teníamos en el estuche de los CD en el carro y saber que, si algo útil me había heredado mi padre para mi proceso de migración, era el amor por el picante, sin imaginarme jamás que emigraría a México. El diálogo en la mesa mexicana se logra con picante, pensé, aunque esta vez sea un picante de leche.
Una vez más, esta mesa a la que nos dirigimos me había resultado un espacio contra el olvido, y la urgente necesidad de acudir a mi tía Hilse para que me pasara la receta de mi abuela del ajicero de leche. La respuesta de mi tía: no tenía la receta anotada y se le estaba olvidando, pero que, al igual que nosotros en este camino colectivo, ella hablaría con mis tías para llegar a acuerdos y escribir en una ficha la receta y enviármela. Hacer esta vez el ajicero de leche de las Linares con otros ajíes, con chile.
También habrá cosas por descubrir, como el aguamiel. Y así, estaremos frente a una mesa de otra o de otro, que fue la mesa mía tantas veces, pero que nunca ha sido: esa mesa contra el olvido, contra el olvido de que en tu mesa siempre haya espacio para alguien nuevo, para un migrante, contra el olvido de que tu mesa siempre será esa mesa por los que se sentaron antes.
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“Juntarse para comer no se puede digitalizar”.
Byung-Chul Han
Abierto a todo el público previo registro
Cupo limitado a 6 personas, reserva con la aportación de inscripción

20 de junio 2025
7:00—9:00 hrs CST
Estudio de Primal
Solsticio de verano 2025
Sobre Share: Viernes de Desayuno
Viernes de Desayuno es un proyecto de investigación artística de Primal, donde la cronología de labores de investigación y creación, es establecida por el ciclo estacional que se vive en el entorno natural y construido. Desde la luminosa primavera hasta el generoso invierno, Primal pone énfasis en el pensamiento profundo en torno a la energía, la economía y el alimento de nuestro tiempo y latitud geográfica. Viernes de Desayuno abre una ventana única de conocimiento en red en el amanecer del primer viernes de cada estación del año, —equinoccio (primavera y otoño) y solsticio (verano e invierno)—.
La existencia de un huerto en el estudio Primal provee de un laboratorio para generar conocimiento profundo sobre el tiempo y la vida en el espacio natural y construido. Explora el conocimiento sobre el origen, procesos, transformación, y energía de la naturaleza, así como sus representaciones y expresiones interculturales.
Primal abrió las puertas del estudio al Viernes de desayuno en 2015 con un planteamiento que nació de la observación y el trabajo en el espacio natural del estudio. El trabajo de la tierra y el horario matutino, fueron los aspectos que articularon una forma de poner sobre la mesa conversaciones sobre nuestro presente, la observación de la naturaleza en el contexto de la ciudad, y el comienzo de la jornada laboral.
Fijamos la disciplina de abrir cada viernes a las 7:00 AM ininterrumpidamente, lo cual remarcó una forma de trabajo habitual y compromiso: el cuidado de una hortaliza que garantizará que ofrecer a los visitantes, y la exploración de saborear lo que se sembraba en el jardín botánico del estudio. Esta práctica se entrelaza con las prácticas del estudio como la captación pluvial, la conformación de una biblioteca de semillas y la investigación artística, así como el conocimiento no académico sobre biología, economía, gastronomía o ingeniería.
Ahora interpretamos el desayuno como un acto humano que se repite cada que sale el Sol, y como el Sol, tiene una asociación a la energía. Por tanto, Viernes de Desayuno, al suceder al inicio de cada estación del año, nos permite pensar este acto matinal relacionado a la fenología y fenomenología desde el pensamiento artístico.